lunes, 11 de junio de 2012

El batán de Abánades. Arqueología de la arquitectura en el alto Tajuña (Guadalajara)



Las riberas de los ríos de la Península Ibérica guardan aún los restos de las primitivas industrias que se establecieron para aprovechar la fuerza motriz de las aguas. Sin remontarnos a los ingenios construidos en épocas hispanorromana e hispanomusulmana, desde plena Edad Media se conocen una variada suerte de azudes, aceñas, batanes y otras instalaciones que contribuyeron al desarrollo de los pueblos ribereños. La noticia que hoy traemos a estas páginas es el resultado de un actuación de arqueología preventiva realizado en el término municipal de Abánades, perteneciente a la comarca de Cifuentes (Guadalajara) y surcado por el alto Tajuña. Perteneció al Ducado de Medinaceli y los antecedentes de investigación arqueológica no son muy amplios, aunque es posible que se hallen algunos asentamientos de la Segunda Edad del Hierro en las cotas más altas, en la linea de otros descubiertos en términos cercanos y descubiertos por los proyectos de investigación realizados en la última veintena de años.
A finales del pasado mes de febrero realizamos los trabajos de campo, que consistieron en una planimetría completa de los restos de la estructura, incluyendo los “caces” de entrada y salida de aguas. Una vez realizado el levantamiento planimétrico, procedimos a la identificación de los paramentos y el estudio de detalle de cada uno de ellos, así como la estructura de planta cuadrangular - restos de un edificio de carácter hidraúlico - que conserva dos “cárcavos” por los que discurría el agua en sentido este - oeste, insertos en un edificio con paramentos muy alterados y del que no se conserva el cuerpo en el que se albergaba la maquinaria hidráulica. Se conservaría pues parte del “cuerpo de aguas” en terminología molinológica, rehaciéndose los caces de entrada y salida del agua. Al respecto se halla una lápida en el paramento sur que reza “Arcos del molino viejo”, fechada en 1989 y que sitúa el momento en que se terminó la reedificación de los paramentos tras el descubrimiento de los dos cárcavos. Anotamos que no hemos hallado ningún resto estructural que nos haga pensar en caces de caudal comprimido o de “cubos”, como ocurre en otros lugares de España donde el caudal de los ríos no es ni alto ni permanente. 
La estructura objeto de nuestro análisis conserva dos cárcavos de fábrica de sillares y planta de bóveda de cañón desarrollada a partir de un arco de medio punto peraltado. En los sillares aparecen algunos huecos que se corresponderían con los dispositivos de control de la rueda (rodezno) y que eran activados desde la planta superior. Dichos cárcavos se hallan dispuestos en paralelo en la parte inferior o “cuerpo de aguas” de un edificio de planta cuadrangular. A partir de los extremos del paramento este del edificio se desarrollan dos muros tangentes y paralelos de unos veinte metros de longitud, que llegan a alcanzar los cuatro metros de profundidad a partir de la cota actual del terreno. A partir del paramento oeste se desarrolla un muro tangente en un ángulo de unos 45º, que a los ocho metros gira definiendo planta elíptica para volver hacia el ángulo noroeste del edificio. Este tramo del muro se halla derruido, permaneciendo sus restos en el fondo del espacio definido por los muros. La fábrica de los cárcavos nos remite a una cronología del siglo XVIII y por indicios documentales (Respuestas del Catastro de Ensenada y Diccionario de Madoz) podríamos fecharlo a partir de la segunda mitad de dicho siglo. La fecha final de la estructura es difícil de precisar, pues en sus últimas fases de funcionamiento pudo ser convertido en molino harinero, tras el abandono generalizado de la industria textil a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

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